viernes, 15 de marzo de 2013

Viaje a los 80, la movida madrileña

Porque he sido cocinero antes que fraile y porque más sabe el diablo por viejo que por diablo hoy me sale una crónica nocturna. Que no creáis que he sido padre toda la vida, tuve un momento vital en que la noche era una trinchera, una conquista, una odisea, la ocasión de saborear una intensa libertad. Me tocó vivir los últimos coletazos de la famosa Movida. Aquí va mi crónica a modo de reportero sobre la época dorada de Malasaña, mis experiencias se quedan para mí.
(Posdata: Es cierto que la juventud fue una época intensa, aunque no añoro el desenfreno sistemático. La noche dejó de ser un acontecimiento para convertirse en una rutina de comportamiento mecánico, una ruta memorizada). Ahí vamos a la España de principios de los 80:

Un estallido de color se desató en las calles de Malasaña la década de los 80, epicentro de la Movida Madrileña que sacudía los cimientos de la vieja España franquista con la frescura y el desparpajo de una avalancha de grupos que han marcado una época. Los Secretos, Nacha Pop, Radio Futura, Alaska, Gabinete Caligari y hasta Mecano lideraban inconscientemente esta revolución entre guitarreos y golpes de batería.


Al día de hoy, estas calles castizas del Madrid eterno se abren al visitante entre la nostalgia y la leyenda. El poso del movimiento que transformó a la capital española en una de las más vibrantes de Europa permanece en los locales supervivientes, guardianes del espíritu de los 80.

De aquellos viejos garitos sobreviven auténticas leyendas de la noche como el mítico La vía láctea, en la calle Velarde, empapelado literalmente en la nostalgia con los carteles de los conciertos de esa hornada de grupos juveniles que reivindicaban su momento.





Esta ruta a través de la memoria colectiva nos conduce hasta la calle La Palma a El Penta, memorial de los 80 que cada noche cierra fielmente con La chica de ayer en homenaje a Nacha Pop. El paraíso de la entrañable movida se extiende al Siroco en la calle San Dimas, uno de los baluartes del underground madrileño. Este local recién reformado sigue siendo uno de los mejores escaparates de la ciudad para los nuevos grupos con sus conciertos en vivo repletos de un público entregado.

Malasaña no pudo escaparse de la leyenda negra con la muerte en 1999 de Enrique Urquijo, líder de Los Secretos. Su cuerpo sin vida fue encontrado en el número 23 de la calle Espíritu Santo una noche en la que acudía a comprar heroína. Ese día se cerró la página de la genuina Movida en la que el propio Urquijo tuvo un protagonismo capital.

De hecho, el movimiento surgía por primera vez en un homenaje a Canito, batería de Tos, embrión de Los Secretos, fallecido en un accidente de tráfico. En mayo del 81 la facultad de Arquitectura de la Universidad Politécnica vio nacer a la nueva hornada con un histórico concierto de Los secretos, Nacha pop y Alaska que reunió a 15.000 personas.

Estos grupos se hicieron eco las últimas tendencias musicales de la época importando los sonidos de Londres o Nueva York. La movida cobraba impulso con el empuje de programas de televisión míticos, como La bola de cristal, en la que participaba Alaska como ícono infantil. Incluso el alcalde Tierno Galván realizó sus guiños a esta corriente musical para reflejar la transformación social de una ciudad que se apartaba definitivamente del franquismo. Los grupos respondieron a las expectativas protagonizando la banda sonora de toda una generación con auténticos himnos musicales como Déjame, Bailando o La chica de ayer.



Los rescoldos de la movida alcanzan nuestros días con el protagonismo de algunas de sus bandas más representativas como Los secretos o Alaska. Malasaña conserva su encanto callejero que le ha convertido en una de las zonas de marcha imprescindibles de Madrid. En sus bares todavía resuenan los acordes de una generación inolvidable.

viernes, 8 de marzo de 2013

Padre coraje y rockero

Mikel Rentería y su mujer Mentxu sufrieron hace 5 años la peor pesadilla para cualquier padre, un hijo abocado a la muerte. La adrenoleucodistrofia, una enfermedad extraña y misteriosa, golpeaba fulminantemente a su hijo Jontxu. Los diagnósticos pronosticaban dos años de vida, justo para alcanzar los 8.
“De la noche a la mañana pasó de ser un niño normal a no tener ninguna esperanza, fue un espanto”, recuerda. Este vizcaino cogió su fusil, su antigua guitarra eléctrica, y canalizó su rabia y frustración a través del rock. Nacía de esta forma WOP, The Walk on Project Band, el primer grupo rockero de vocación solidaria.
La determinación y la lucha de la familia salvaron al pequeño Jontxu. Su hermana pequeña, María, fue el pasaporte a la vida con el trasplante de la médula ósea, una operación incierta, “a vida o muerte”. Los daños han sido severos para Jontxu, muy mermado en su movilidad y comunicación, pero el deterioro se ha frenado. “Es un crack, nos transmite todo con una sonrisa. Cada día nos da muchas lecciones”, señala.
Mikel sigue en la carretera, y con ánimos quijotescos, dispuesto a luchar contra las enfermedades degenerativas relacionadas con la de su hijo entre las que se encuentran el alzheimer. “Encontrar una terapia es absolutamente factible, aunque la empresa es mayúscula”, señala.
En este camino, la música se mantiene como un apoyo indispensable para este ingeniero de telecomunicaciones. “Es terapéutica, te permite sacar lo que llevas dentro”, señala. Mikel recuperó la banda de sus tiempos universitarios, Los largos -”no fuimos originales, éramos todos altos”-, para recaudar fondos desde el escenario.



A la renacida banda seguramente le falta el factor buenorro o la química malote para echar a volar, pero os puedo asegurar que suenan muy bien y que se ganan honestamente cada euro de la entrada al concierto. De hecho, se ha hecho un hueco en el panorama musical con un rock dinámico que bebe en las esencias de la Velvet o del REM de los orígenes. El grupo desembarcará la próxima semana en Austin en The South by Southwest, uno de los principales festivales urbanos del planeta.
Sin embargo, Mikel no deja de lado la lucha contra las enfermedades degenerativas. “La música es un instrumento, un canal para lanzar un mensaje”, señala. Los discos y los conciertos se aprovechan para recaudar fondos para la investigación médica relacionada con las células madre. “Somos una empresa que en vez de tener dividendos emplea el beneficio para proyectos de I+D”, señala.
Como asociación, WOP ya financia con 160.000 euros dos proyectos del instituto Biomédico de Bellvitge de la Universidad de Barcelona en colaboración con la Universidad de Cambridge y del Instituto de Neurociencias de Alicante.