jueves, 5 de junio de 2014

El bebé, aire de libertad de un pequeño rebelde

Lo creáis o no, nadie es tan libre, indómito y salvaje que un niño pequeño, no hablemos ya si es un bebé. Como padre a veces me imagino en el típico Rodeo del Lejano Oeste montando un potrillo desbocado ante el reto de domar lo indomable, puro aire de libertad huracanado. Esa es nuestra lucha diaria encauzar los estímulos incontrolados hacia las pautas cotidianas.

"Mi hijo no me hace caso". Este es uno de los lamentos más recurrentes de cualquier padre. Al menos la realidad tiene dos caras y si bien su libertad es innegociable su dependencia acaba de inclinar la balanza hacia los adultos. Por si fuera poco tenemos un As en la manga definitivo, la admiración que te profesan es tal que son capaces de olvidar tu papel de aguafiestas perpetuo que irrumpes encendiendo la luz y diciendo, 'se acabo la juerga, tienes que comer, irte a la cama, recoger, no pegar, dejar de tirar las cosas al suelo...'

bebé corriendo






También es inevitable, en algún momento te puede entrar la vena romántica y admirar su hambre de libertad, a mi me pasa. La envidia sana se dispara ante su carácter resuelto, el de un tipo pequeño que se hace grande cuando se toma el mundo por montera. ¡Es una auténtico explorador!. Le ves con esa sonrisa pícara, que te dice con la mirada no te hago ni caso, haré lo que me dé la gana y me iré al lado contrario del que me dices. Me fugaré y nada podrá pararme, atrápame si puedes.

Y me parto de risa (de forma anónima y sin reconocerlo a ningún otro adulto, para no parecer un irresponsable sin remedio). Por un segundo te rindes a sus pies, 'Olé, Olé y Olé, que huevitos tiene mi niño, pero que digo huevitos, huevazos! (así de literal, con la testosterona paterna desbocada) ojalá tuviera sus narices con mi jefe o con mi vecino pedorro'.

El idilio se acaba cuando le ves lanzado cómo una flecha hacía una carretera tomada por coches frenéticos. Adiós a la admiración y a la envidia, toca ponerse una vez más el mono de trabajo y marcarse un sprint. Vuelve el cowboy para atrapar al potrillo.